P. Enrique Morante Chic (mercedario) Mártir
P. ENRIQUE MORANTE CHIC
Mártir
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No comía por dar su comida a los pobres
Nació en Lérida el 25 de septiembre de 1896, siendo sus padres Magín, abogado, y Dolores. Ella lo ofreció a la Virgen de la Merced para que se consagrase a su servicio. De inmediato fue llevado a la fuente bautismal de la catedral, el 28 de septiembre, poniéndole los nombres de Enrique y Ramón. Tan pronto como tuvo la edad fue ingresado en el colegio de la Merced, donde recibió la primera comunión y cursó los primeros años, empalmando con el postulantado. Contaba su hermana Carmen cómo apenas balbuceaba cuando ya decía que quería ser mercedario; cómo de niño no sabía salir del templo mercedario, a donde llegaba todas las mañanas, aún antes de que el sacristán abriese la puerta; cómo cuando regresó del servicio militar, la familia acudió para verlo en San Ramón, y lo provocaban que dejara los hábitos; más él afirmaba que prefería morir a abandonar su vocación; cómo siempre fue bueno, caritativo y muy mariano; cómo de palabra y por carta recomendaba a su familia que fuesen buenos y que rezaran el rosario.
Durante su estancia en el Colegio de Lérida, afirma un religioso, su obediencia, aplicación, humildad, sumisión, docilidad, cariño, sencillez, bondad y afecto le granjearon la simpatía y el afecto de los Padres. Desde Lérida el 5 de enero de 1912 fue enviado, con quince años, a El Olivar, donde aquel mismo año siguió el segundo de latinidad, continuando hasta cuatro.
Tomó el hábito el 8 de septiembre de 1914, a las 8’30, de manos del padre Luis Prat y en presencia del padre Francisco Gargallo. Emitió la profesión simple el 17 de septiembre del año siguiente, a las 20 horas, ante los padres Ramón Martín y Antonio Félix Cadaveira. Ya vino bueno, pero aún se perfeccionó más en el noviciado y siguió progresando durante los demás años del proceso formativo.
En El Olivar, en el curso 1915-16 estudió el primero de filosofía. El 20 de octubre de 1916 fue trasladado a Lérida, de donde regresaría a El Olivar el 12 de octubre de 1918 para estudiar teología, pero el 2 de octubre de 1919 pasó a San Ramón. En l922 estaba haciendo el servicio militar, del 20 de noviembre al 2 de diciembre pasaba por Lérida hacia San Ramón, y la crónica conventual expresa que hizo el servicio militar en Zaragoza y un año en Larache en la compañía de Sanidad militar; del 11 al 16 de ese diciembre nuevamente se constata en Lérida, de revisión médica. Otra vez estuvo en Lérida desde el 30 de diciembre de este año al 3 de enero de 1923. Este año pasó en Lérida desde el 30 de enero al 2 de febrero, cuando partió para San Ramón; también andaba en Lérida con las quintas el 18 de noviembre, yéndose al día siguiente a La Segarra.
En San Ramón seguía en mayo de 1923: el 11 de mayo, en Ivorra, fue tonsurado por el obispo de Solsona; este mismo prelado el inmediato día 13, en Masoteras, le confirió las tres Órdenes menores primeras. Ya en 1924, el 11 de abril, profesó de solemnes; 13 y el 14 de junio recibió acolitado y subdiaconado en Solsona; diacono era cuando la visita canónica del padre Barros entre el 26 y el 30 de septiembre; el 20 de diciembre de 1924 fue ordenado presbítero por el obispo de Lérida José Miralles, en la capilla de su palacio. Cantaría la primera misa solemne en Lérida el 28 del mismo diciembre, siendo padrinos los esposos Reixach y el padre Ramón Martín, ministros los padres Menchaca y Massanet, predicando su tío Fulgencio Chic que lo había bautizado.
El 31 de diciembre de 1924 pasó a Barcelona. Allí estaba en 1926, pues del 25 al 27 de mayo acompañó la peregrinación de la Esclavitud a Montserrat y desde el 14 al 25 de junio la peregrinación a Santiado de Campostela. Durante su estancia en Barcelona manifestó gran amor visitando a los enfermos, socorriendo a los menesterosos, educando a los niños de los barrios pobres, ayudando a sus familias con limosnas que él se procuraba con gracia especial de las personas pudientes; contando de él el padre Bienvenido Lahoz cómo siendo director de la escolanía se había hecho famoso por su corazón compasivo, no solamente con los escolanes, sino también para con sus familias, ordinariamente muy pobres. Cuando sabía que estaban necesitadas las visitaba y por todos los medios procuraba socorrelas. No acertaré a ponderar la caridad del padre Morante para con los pobres y enfermos y su instinto para encontrar los rincones más repugnantes y abyectos. Aun estando en Puerto Rico, recibía con frecuencia cartas de familias necesitadas de Barcelona, agradeciéndole efusiva y cálidamente, el bien que les había hecho.
El 28 de febrero de 1927 fue para Puerto Rico, saliendo en el buque León XIII con los padres Francisco Gargallo y Bienvenido Lahoz. Se encargó primero de la parroquia de Maricao y luego de la de las Marías. Pero, por lo que fuera, no resultaron las expectativas que les habían llevado a Puerto Rico; los padres Lahoz y Morante, enfermos y desmoralizados, tuvieron que regresar, estando el 1 de octubre de 1929 en Barcelona con el buque Magallanes.
Mas no fue aquel tiempo esteril, ni menos la experiencia constituyó un fracaso. Sirvió de ocasión para que, durante dos años, se revelaran su incansable fuego apostólico y su caridad heroica. Se dio a evangelizar los poblados dispersos por los montes, realizó cientos de bautismos y matrimonios, catequizó a los niños que le seguían en tropel, enseñaba cantos y celebraba entrañables funciones sagradas. La gente lo veneraba. Muchas veces supe — dice su compañero el padre Lahoz — que su parte de leche y frutas, sobre todo plátanos que personas caritativas enviaban para la Comunidad, las enviaba a familias pobres y miserables que él conocía. Hasta que cayó gravemente enfermo logró que las gentes mejor acomodadas se preocuparan de los pobres de una manera desacostumbrada y ejemplar. “No se le puede resistir, decían; lo pide y se le ha de dar.” Eso, acertaba a comprometer. Hasta que se agotó, cayendo enfermo, extenuado y con frecuentes ataques epilépticos.
El 7 de febrero de 1930 en Barcelona, cuando daba la comunión, tuvo un ataque, se cayó, se golpeó la nariz y permaneció desvanecido media hora. Volvió a Lérida del 25 de agosto al 3 de septiembre de 1931. En la fiesta de San Ramón en su santuario de 1932 tocó el órgano. Parece que está en Lérida desde septiembre de 1933, aparece en misas salteadas y en diciembre celebra a diario.
Pasó algún tiempo en El Puig, donde lo recordará Ricardo Alapont buenísimo, igual con todos, pero volcado con los pobres y con los niños, que se llevaba detrás de sí por las calles y plazas; los educaba y les regalaba caramelos; todos los días visitaba a los enfermos y a los pobres, llevándoles limosnas. Ésa era su constante: en todas las épocas de su vida lo más saliente que notan de él quienes le trataron, es la caridad. A eso unía una profunda humildad, sin aceptar lisonjas y buscando quedar en segundo plano, así como el aborrecimiento de toda murmuración. Lo veía tan humilde y piadoso me parecía un ángel, revelará Carmen Bernat, que lo conoció niño, cuando no hacía sino hablar de entrar en la Merced, y mayor sacerdote eminente por su caridad, amor al prójimo y todas las virtudes.
El informe del provincial de 9 de mayo de 1934 lo sitúa en Benicalap, maestro interino de los coristas, una vez repuesto se le encomendó la delicada misión de formar a los estudiantes profesos de la Orden en Benicalap, y luego derrochó nuevamente cariño y atenciones con los chiquillos y a los desfavorecidos de El Puig de Santa María. Entró en la comunidad ilerdense el 4 mayo de 1936; al dispersase la comunidad anduvo vagando hasta que fue aprehendido 25 de julio.
Pero faltó desde el 18 de enero de 1934, volviendo de visita en abril y julio de 1935. Este año estaba en Valencia, participó en el capítulo de San Ramón entre el 3 y el 8 de agosto de 1935, se cuenta que con una enorme humildad, extraño entre los más representados de la Provincia, apenas si desplegó los labios. En 1936 en Lérida estuvo del 4 de junio, al menos por todo el mes, predicando el tríduo de la Ascensión de los Jueves y el octavario de Espíritu santo.
Cuando estalló la revolución acudió a su madre, calle Pórticos Altos 8, pero, por no comprometer a la familia, se fue, pasó la noche del 21 al 22 en casa de M.A. Remacha, y de ahí por la mañana, se lanzó al campo, a la partida de Grenyana, buscando –dijo- una casa de personas de derechas para esconderse hasta que pasara todo; le advirtieron que había por allí poca gente de fiar. Llegó el 22 por la tarde a la ermita de nuestra Señora de Grenyana, que cuidaba Liberata Ibars, el padre pasaba el día en la arboleda, por la noche llegaba a la ermita y la guardiana le daba algo caliente que comer y una manta; luego se iba a pasar la noche entre los árboles o en una masía ruinosa. Los guardines le encarecían que huyera a Francia, pues estaba en peligro, incluso le ofrecieron dinero. Agradeció todas las atenciones, y se puso en camino de Lérida. De todos era conocido el caso del fraile, y los foragidos estaban al acecho, sólo a quince minutos de la ermita lo apresaron dos jóvenes marxistas, que lo amarraron con el ronzal de una caballería. Sólo objetó que no le causaran daño, pues él no había hecho ningún mal. Lo transportaron hasta la estación del tren de Lérida, y allí lo lincharon los milicianos, denostado, apabullado. Su cadáver paró en una fosa común. Ocurrió sobre la una de la tarde del 25 de julio. La inscripción de su defunción lo notificaba como finado a consecuencia de un traumatismo.
Así acabaron con aquel gran hombre que sólo hizo el bien, porque la caridad se hizo vida en él, por donde quiera que pasara, dejaba el delicado perfume de la reina de las virtudes .Que seducía porque reflejaba el buen olor de Cristo, moviendo a cuantos le trataban al más grande respeto y devoción.