El libro “Afiuni, La Presa del Comandante” que mañana viernes presenta el colega Francisco Olivares, un respetado y acucioso periodista de investigación del diario El Universal, estoy seguro asombrará, dejara boquiabiertos y provocará una reacción entre sus lectores que puede ir desde el estupor a la rabia, de la vergüenza a la protesta, de la sensación de impotencia a la angustia colectiva, del asco por un gobierno forajido  a un grito ante el mundo reclamando justicia.

 

El centro de la obra periodística de Olivares es la Jueza Maria Lourdes Afiuni  sobre la que Olivares  compone una historia que encierra el drama del secuestro de las instituciones democráticas, la tragedia de toda una república, en torno a esa mujer encerrada, a esa cruel paradoja que implica la transformación en víctima de alguien que solo hizo lo que la nación le había encargado: administrar justicia.

 

En su libro “Afiuni, la presa del Comandante” (publicado por la editorial La Hoja del Norte), el veterano reportero de investigación ingresa al mundo íntimo de la juez para recuperar su espantoso paso por la cárcel, así como el testimonio del banquero, Eligio Cedeño,  cuya excarcelación trajo la ira de todo un Estado.

 

Por primera vez la doctora Afiuni revela el infierno al que fue sometida tras haberle decretado el presidente Hugo Chávez, en cadena nacional, una prisión con la máxima pena, solo por demostrar que manejaba -y sigue manejando- la justicia de Venezuela y que sus órdenes se cumplen a pie juntillas. Orden militar. De arriba hacia abajo sin protesta. De abajo hacia arriba con mas énfasis en la adulancia ciega para demostrarle al caudillo que cuenta con los sumisos para que los premie aceleradamente -y por encima de cualquiera otra consideración- con el acceso a la bolsa monetaria del estado-gobierno-partido-militares-funcionarios.

 

Aquí reseño parte de varios capítulos  de la conmovedora y a la vez indignante historia de una funcionaria judicial venezolana, una dama con historial limpio en la administración de justicia en la que hoy predominan los funcionarios venales cuya obsecuencia roja rojita es la única credencial para sus ascensos.

 

Las violaciones a su integridad, incluyendo la mas sagrada para una mujer, son confesadas, entre lagrimas pero con mucho aplomo, por la doctora que se ha convertido en un símbolo de la resistencia nacional ante los abusos de los Derechos Humanos, de la debida justicia, del respeto mínimo al ser humano en un régimen en el que los llamados “pranes” controlan las cárceles venezolanas.

 

Prepárense los lectores para lo que muchos no han creído en estos 14 años de abusos e injusticias.

 

Afiuni no se ha presentado como una víctima buscando consideración, misericordia o lastima. Lo hace como una guerrera que con su nombre en alto -y en el de toda su familia- busca dar a conocer lo que yace tras el gobierno militar-cívico de Hugo Chávez.

 

Paradójico que los únicos que han tenido acceso al expediente que cuenta su terrible paso por el antro de perdición que es solo una de las tantas cárceles venezolanas, hayan sido el propio Presidente Hugo Chávez Frías y la Comisión de los Derechos Humanos en la oficina de Naciones Unidas en Ginebra.

 

Cuando muchos pedimos libertad para la Afiuni -entre ellos me cuento solidario desde que el mandatario se operaba en Cuba- la única respuesta que obteníamos, desde lo mas alto del poder, era ésta: “ya esta en su casa en prisión domiciliaria y eso es lo más que le otorgaremos”.

 

Desde mucho antes, confieso, supe de las vicisitudes y vejaciones que la abogada -que había sido ejemplo dentro de la PTJ por la calidad de sus ejecutorias- había sentido en su humanidad, en su cuerpo y en su espíritu.

 

Felicito a ella y a Francisco por dar a conocer al mundo una realidad que subyace en el sistema judicial y penitenciario del país que acaba de reelegir por seis años más, para llegar a 20, al caudillo responsable de todo lo que aquí se cuenta.

 

Debo aclarar que estos son trozos, segmentos,  partes relevantes, de varios capítulos conmovedores del libro que ya está en las librerías. Me tomé la libertad de darlos a conocer pues considero que sus revelaciones tendrían  que dar  pie a una seria investigación en un gobierno serio…¿más adelante?

Es un abrebocas de lo que el lector se encontrará al toparse con sus páginas:

 EL INOF TERRIBLE

El INOF es un penal que tiene grandes dimensiones y tiene muy poco personal de custodia. Se puede decir que es un penal tranquilo en comparación con otros en los que se han desatado verdaderas guerras.

En penales como El Rodeo, Yare, Sabaneta y otros se han organizado verdaderas mafias que desde la prisión controlan el tráfico de armas, de drogas y el secuestro. En esos penales los “pranes” pusieron en jaque a las fuerzas públicas al enfrentarlos con armas de alto calibre, granadas y todo tipo de explosivos. Incluso en dos ocasiones sitiaron al propio Ejército.

En el INOF operan otras reglas del juego, aunque diferentes, no por ello menos violentas. “En esa prisión de mujeres se podría armar un motín en cinco minutos porque no hay suficiente control de custodias ni de la Guardia Nacional”, asegura Afiuni.

La jueza estaba en un área muy cerca de la entrada del penal y desde allí podía observar la poca vigilancia. Hay seis garitas que rodean el penal y más de una vez al asomarse notó que en las garitas no había nadie.

“A lo mejor era que se acostaban a dormir”, razona Afiuni. “Todos los penales del país, son centros que se ‘autogobiernan’”…Pero a diferencia de otros penales, en el INOF no existe la figura del pran, que son líderes internos que controlan el penal, los negocios ilícitos que se manejan desde adentro…

En el INOF la directora del penal es la que maneja todo. Pero, según pudo corroborar Afiuni, ella ejerce ese control a través de los grupos de internas a las que les da concesiones. Esas son las que llaman “machitos”.

Cuando una prisionera ingresa por primera vez al penal, sea quien sea, la norma es que a la recién ingresada la mandan al Praga. Una zona de reclusión muy temida ubicada en el piso tres. Es el peor pasillo, advierte la jueza. Allí están los machitos…

LAS MACHITOS

Las mujeres “machitos” son las líderes del penal. Ellas manejan el tráfico de drogas, alcohol, la prostitución y en especial a las reclusas. A las nuevas internas suelen enviarlas al “Praga”, el área más peligrosa. A la machito que le toque el “turno” ese día, esa nueva interna es suya. Cada una de ellas tiene su grupo de reclusas.

“Por ejemplo —explica—, en ese piso había 150 mujeres. En todo el penal hay 953 reclusas. En el “Praga” la nueva reclusa debe someterse a sus deseos: tiene que bañarlas, tener sexo oral con ellas, en fin dejar que ellas la pongan a hacer lo que quieran. Buscarles la comida. Se convierte en su esclava. Y así pues, la nueva interna va ascendiendo en la medida en que va respondiendo y adaptándose a las leyes de convivencia…“Eso sucedía en el INOF con la directora del penal. Y no había concesiones. Todo el mundo participaba en eso…“La directora sentía más simpatía por las custodias lesbianas porque sabía que, a través de ellas, podían controlar al resto de las internas. La directora del penal tal vez era lesbiana y acosaba a ciertas internas. Por ejemplo la interna que a mí me pasaba el desayuno era la mujer de una de las machitos. Allí se armó un triángulo amoroso muy delicado entre la directora del penal, una custodia y ella. Ella terminó convirtiéndose en homosexual en el penal. Se armó una situación muy grave y de alguna manera me salpicó a mí porque ella era la interna que me ayudó a mí. Entonces convirtieron a la interna que me ayudaba en “informante” de todo lo que yo hacía para mandárselo a la directora, bajo la amenaza  de que la mandaran a otro penal o la mandaran al “Praga” para perjudicarla.

“Ese tipo de situaciones se veía muy a menudo. Eso es delito. En el artículo 374 del Código Penal se establece que se considera violación, aún sin violencia, cuando la víctima está bajo la custodia de la otra persona. Eso es violación y tiene una pena de 15 a 20 años. La directora con sus custodias lo hacen constantemente. Utilizan su figura para  someter a las otras para tener relaciones con ellas, a cambio de dádivas, de mantenerlas en un lugar de mejor calidad que al resto. Y la mayoría estaba en ese juego”.

Esa realidad estaba asentada en el INOF. La presión por sobrevivir, el miedo a ser agredida, lograr mejores condiciones. La mayoría de las internas terminan adaptándose a esa situación y entregándose sexualmente a las más fuertes. O tal vez las condiciones infrahumanas del penal conllevan a la búsqueda del afecto, la protección y hasta el calor de otro cuerpo humano.

“Eso ocurría, a pesar de que a las internas se les permite la visita conyugal. Muchas tienen esposos y hasta tienen hijos estando prisioneras. Allí muchas internas salen embarazadas y tienen a sus bebés dentro del penal. Por ello hay zonas exclusivas para madres que están amamantando……….

MÁS PODER QUE LAS CUSTODIAS

“A más de una vi con su esposo cuando les daban visita conyugal. Y esa misma interna mantenía relaciones con otra de las internas con la que compartía la celda. No sé en qué consiste pero de cada diez mujeres nueve son lesbianas en el INOF, y si no lo son se convierten. Puede ser también un problema de supervivencia o tal vez de soledad. Pero el estatus perfecto y normal dentro del INOF era que tuvieses una pareja. Y si es una custodia o una machito entonces estabas en lo alto de la pirámide del poder. Eso era lo máximo. Porque de hecho una machito tiene más poder que una custodia. Yo me percaté de que en el pasillo donde yo estaba todas tenían relaciones sentimentales o sexuales con custodias. O con autoridades administrativas del penal. No necesariamente era la directora”……..

ACOSTUMBRÁNDOSE AL HORROR 

A María Lourdes se le hizo familiar y se fue acostumbrando que cuando avanzaba la madrugada se escuchaba el portón del pasillo que indicaba que alguien había entrado. En los primeros días, María Lourdes buscaba la manera de trepar hasta la pequeña ventanilla para mirar entre las rendijas de la ventana. Entonces veía a una de esas custodias ingresar a una de las celdas. Afiuni se preguntaba “¿cómo pueden tener relaciones si son seis las que duermen en cada celda?” Se tapaban con sábanas entre las camas y se entregaban al amor con la placidez y tranquilidad que aseguran esas horas antes del amanecer.

“Eso es una promiscuidad compartida”, pensaba Afiuni.

En las noches se repetía el espectáculo, eso era pan de cada día. Todas las noches….

LA ENFERMERÍA DEL INOF

….Pero esas no eran las únicas escenas. Las celdas del pasillo en el que se encontraba María Lourdes quedaban justamente debajo de enfermería del INOF. Y en ese espacio tenía lugar cierto tipo de encuentros un poco más intensos, como de fiestas y sexo.

“¡Qué te puedo decir de lo que yo escuchaba!”, subraya con asombro.

Solía preguntar a las internas de la celda de al lado sobre las risas y los gritos que escuchaba y que se mezclaban con la música estridente, pero nadie le daba razón, había una suerte de código de silencio sobre lo que allí ocurría. Afiuni les aseguraba que cómo era posible que no escucharan nada. Les decía, “¡Pero es que la camilla se va a reventar!”

Dice que junto a la música escuchaba gritos, jadeos, voces. Eso duraba hasta las cinco de la mañana.

“Y todo el mundo se hacía el pendejo”.

“No, yo no escuché nada”, era la respuesta de las otras reclusas.

Estaba segura de que allí, en esa enfermería, entraban hombres. Los fines de semana permitían entrada de hombres, posiblemente de la Guardia Nacional o tal vez gente que venía de afuera especialmente a esa suerte de club nocturno. Más tarde se dio cuenta de que había algunas de sus vecinas que a medianoche eran trasladadas a ese piso.

Se percató de ello luego de que una noche observó que a una interna de al lado la sacaban. La identificó porque tenía una forma muy particular de reírse y su risa siguió escuchándose desde la parte de arriba y al mismo tiempo se mezclaba con voces masculinas. Entonces cayó en cuenta de que allí también había prostitución. Era otro negocio que todos compartían. Eso ocurría todos los fines de semana.

Su observación se agudizó y descubrió que también sacaban internas y las llevaban al comando de la Guardia Nacional. Como su celda estaba cerca de la entrada y tenía vista de la entrada lateral del penal, podía observar los extraños movimientos nocturnos. Podía identificar el ruido cuando se abría la puerta que indicaba cuando entraba alguien a las dos o tres de la mañana. La mayoría de los guardias nacionales eran hombres, aunque había unas tres mujeres que tenían también un aspecto bastante masculino. Pero ellos nada más podían entrar al penal durante el conteo de internas. Cuando se llevaban a algunas internas en la madrugada las veía salir muy bien arregladas y a las cinco de la mañana regresaban. Muchas veces, las custodias se iban con los guardias nacionales y dejaban cuidando a todo el penal a una sola custodia y un guardia afuera. Y regresaban a las cinco de la mañana todos ebrios. Cuando algunas internas vecinas le tomaron confianza a la jueza, le contaron sobre esas andanzas nocturnas. En una ocasión una interna formó un escándalo porque “su mujer” se le había ido de rumba con los guardias nacionales.

EL AISLAMIENTO

Por motivo de un posible atentado con gasolina la doctora Afiuni “pasó cinco días recluida en el comando de la Guardia Nacional. Cuando la regresaron a su celda, la Fiscalía pretendió meterla en una celda que está en el área administrativa, cuya puerta es de acero. Es una celda de aislamiento conocida con el nombre de “tigrito”. Allí colocan a las internas que resultan un peligro para el resto de la población. Es una celda castigo que también se utiliza para personas de alta peligrosidad. La celda de aislamiento no tiene luz, no tiene baño, no tiene ventilación y su existencia ha sido denunciada por ilegal y violatoria del los Derechos Humanos. Afiuni se negó a entrar allí. Así que amenazó con iniciar una huelga de hambre si la enviaban para esa celda”… “Ante la negativa de Afiuni decidieron devolverla a su celda”…

LAS REVELADORAS GOLPIZAS

Narra como….”de pronto se despertó tirada en el suelo. Le taparon la cara y le dieron una golpiza. Tiempo después le aparecería una lesión en un seno que pudo haber tenido su origen en esa golpiza.

Las atacantes eran mujeres, “machitos”, pero junto a ellas cree haber escuchado una voz masculina, aunque duda y piensa que tal vez era una de las machitos que suelen tener una voz varonil. De la golpiza le quedaron marcas de hojillas en las piernas, moretones y heridas en varias partes del cuerpo. Le dieron patadas. De ese ataque también se le originó una lesión en el vientre y en la vejiga que un año después requeriría de una operación.

Esos ataques mostraban que habría órdenes de amedrentarla, de hacerle la vida difícil dentro del penal ¿Serían órdenes de arriba? ¿O tal vez iniciativas de las autoridades del penal para lograr reconocimiento ante sus superiores? Son preguntas que se hacía la jueza…Los detalles indicaban la complicidad manifiesta, dado que las mujeres atravesaron dos portones que solían estar con candado, llegaron y entraron a su celda. El grupo provenía de otra área y pasaron a ese pasillo que es una zona que no les correspondía. Una acción que indicaba que también estuvieron involucradas custodias e internas de esa área…

EL ATAQUE QUE PREFIERE OLVIDAR ES LA MÁS DRAMÁTICA REVELACIÓN QUE AFIUNI HACE A FRANCISCO OLIVARES EN EL LIBRO:  

“En los primeros meses de reclusión sufrió varios ataques y situaciones de amenaza. Pero en el mes de julio, a siete meses de estar en prisión, ocurrió otro ataque.

     Afiuni tiene muy claro que allí participaron funcionarios del Ministerio del Interior y Justicia. El mal episodio tuvo como escenario la emblemática enfermería. Aquel lugar que con el tiempo comprendió que era sede de francachelas, de parrandas eternas, de prostíbulo. En algunas ocasiones ella había observado que a ese lugar, en ocasiones era conducida alguna reclusa a medianoche en contra de su voluntad. Desde allí se escuchaban gritos, ya no de festines, ya no de jadeos sugestivos, sino de terror. ¿Qué ocurría en esos traslados inesperados? Ni las propias reclusas relataban lo ocurrido en esos misteriosos paseos nocturnos. Muchas veces se preguntaba cuándo sería su turno.

     Fueron hechos muy delicados que no he denunciado confiesa. Eso lo tiene la ONU y no lo tiene más nadie.

    Yo no sé si es bueno decirlo o no. Pero eso no lo sabe nadie, ese es un informe confidencial que nada más ni mi familia lo sabe. Ni mi hija lo sabe. Lo tiene un abogado en Ginebra. A raíz de ese episodio fue cuando me enfermé y me sacaron el útero. Fue en la famosa enfermería. De hecho me estoy tratando con sicólogos. Pero eso es algo que tampoco quise llevar a la luz pública. Pero allí lo tenemos. A la única persona que se le entregó ese informe y que fue puesto en sus manos fue al Presidente Hugo Chávez. Lo tiene Chávez y lo tiene la ONU.

“Eso fue en la enfermería del INOF. Déjame decirte, no sé si debo decirlo porque no sé quién haría eso. Pero luego yo fui descubriendo cuáles internas pudieron haber participado en la primera golpiza que a mí me dieron. Hoy por hoy todas esas internas están muertas. Te digo que yo no tengo nada que ver con eso. A una la sacaron y llegando a otro penal la apuñalaron con un chuzo. Casi todas murieron chuciadas fuera del penal.

“Ahora dime tú, ¿qué sentido tiene eso? ¿Quién ordenó eso? Porque yo particularmente pienso que esas instrucciones no vienen del Ejecutivo, o del Presidente, sinceramente, no lo puedo creer”.

LA VIOLACIÓN…LA PARTE MÁS DURA DEL LIBRO

La conversación se vuelve sumamente tensa: las lágrimas no dejan de fluir, María Lourdes intenta no decir la palabra a la que muchas mujeres le rehúyen, que tratan de borrar cuando se encuentran en esa desesperada situación. Me contengo, no interrogo. Ni siquiera busco alguna fórmula para normalizar la tensión, me paralizo. María Lourdes mira hacia el fondo de la sala como escrutando si su papá o su mamá están merodeando por allí. Al comprobar que no están y seguimos solos, en un tono muy bajo sigue el relato.

     A mí me sacaron el útero pero me encontraron seis miomas… Yo tuve una pérdida en el penal.

     ¿Cómo, por qué? Pregunto de un salto sin poder contener la reacción.

     La violación…”

     La confesión de un episodio tan cruel, tan íntimo y doloroso nos obliga a tomar una pausa para que los sentimientos se expresen sin obstáculos. A pesar del dolor que expresa casi temblando presiento en ella como un desahogo, como quien se ha desprendido de una pesada carga. Luego de la breve pausa toma fuerzas y sigue adelante.

     Después de eso yo no paraba de sangrar. Yo tenía ya 47 años. Fue hace exactamente un año. En septiembre comencé con los problemas. En diciembre me dijeron que tenía que operarme de emergencia. A pesar de todo lo ocurrido, de las evidencias ofrecidas, el juez Alí Paredes, quien conocía la causa, le dio largas al asunto, no accedía a facilitar mi tratamiento y me operaron en febrero, varios meses después de lo sucedido. El episodio ocurrió en julio, ya tenía siete meses presa. Yo tuve una falta del período en agosto y a finales de septiembre me di cuenta de que además había quedado embarazada.

     Comprendí entonces que en ese momento era necesario apagar el grabador, cerrar la libreta y permitirle a María Lourdes un momento de intimidad, de recogimiento. Me habla de su hija, de sus padres a quienes siempre ha intentado mantenerlos alejados, hasta donde es posible, de su tragedia personal. A veces eso no es posible y el grupo familiar debe compartir la carga, endurecerse frente al drama y mirar hacia delante. Esa es la actitud que percibo en la familia Afiuni Mora. Le digo que en adelante ella no habla y actúa por ella sola. Que sin quererlo habrá de hacerlo por muchas otras mujeres que nunca han sido escuchadas, que nunca han tenido voz. Es un dilema que solo ella puede resolver. 

LA REFLEXIÓN DEL PERIODISTA ENTREVISTADOR:

Me despido llevando una responsabilidad para con ella y su familia. Un compromiso conmigo mismo de narrar con responsabilidad las horas vividas con la presa del Presidente.

     Al salir hacia la autopista, en dirección a mi oficina en El Universal recibo un mensaje de texto. Miro de reojo sin perder la atención en la vía. El mensaje es de María Lourdes. Solo dice:

     Gracias “.

 

Estoy claro que este revelador y enjundioso libro testimonial de Afiuni y Olivares romperá récords de lectoría y venta. Es una realidad a la que todos  nosotros, los que vivimos en Venezuela,  estamos expuestos.

Ojalá y reflexionemos TODOS…incluyendo los culpables de habernos traído a esta jungla que no respeta los Derechos Humanos de los presos.